Ya pasaste todos los parciales, te fue bien pero ahora hay que pescar el pez gordo: el examen. Desde que entrás a la facultad te entrenan para saber que hay un abismo bastante grande entre estas dos instancias de evaluación. No es lo mismo aprobar uno o el otro, ni que te bochen en uno o en otro.
Así que vas con la libreta esperando superar el 4 y en tu cabeza da vuelta todo lo que leíste para aprobar. Sentís estrés, nervios y esa sensación de ansiedad por volver a casa con una sonrisa. Es normal, no te preocupes. Sin embargo, mientras con más calma te lo tomes, mejor vas a poder resolver esta situación de presión.
Bien ubicado. Sentate en un lugar donde estés cómodo, circule aire (pero que tampoco te congele la correntada) y en el que no te distraigas (por ejemplo, con una ventana donde todo el tiempo pasa gente o con la conversación de los profes que integran el tribunal).
Abrí los ojos. Leé con atención todas las consignas antes de empezar. De esta manera vas a poder calcular el tiempo que tenés y el que podés dedicarle a cada pregunta. Y si te enfocás en cada una, al momento de responderla vas a poder evitar caer en el típico olvido del que te percatás cuando ya entregaste.
Sin espacios. Tratá de dar respuesta a todas las preguntas, quizás alguna no la sabés muy bien, pero no es lo mismo poner lo mínimo que recordás que entregar con ese espacio en blanco.
Borrador sí, borrador no. Tratá de ser prolijo y que se te entienda la letra. Si no te sentís seguro acerca de cómo ordenar la información, podés hacer un esquema en una hoja borrador, pero no te pongas a escribir todo, porque después vas a tener que transcribirlo y lo más probable es que no te alcance el tiempo. Ya le vas a ir agarrando la mano, a rendir también se aprende.
Saltéa cuando no recuerdes. Si estás muy nervioso y mientras rendís tenés algún blanco o esa fea sensación de que no te acordás de nada, la mejor manera de hacerle frente es respirar hondo y tratar de relajarte. No te bloquees con una pregunta, pasá a la siguiente y volvé a intentarlo más tarde.
Lo que se pide. Seguí las instrucciones, leé bien las consignas y hacé lo que se te pida. Si dice “resumí” no es lo mismo que “esquematizá” o contextualizá; prestá atención a las palabras empleadas y enfocate en los verbos, ellos son los que te determinan qué tenés que hacer.
No escribas de más. La idea de poner cosas de más por las dudas debe quedar en el abandono. La mayoría de los profesores universitarios leen más de 50 exámenes por turno, con un promedio de 2 hojas cada uno. Imaginate qué tedioso es para el docente encontrar contenido decorativo y que no responde a la consigna. La pertinencia es un criterio de evaluación muy importante en los exámenes.
Si tenés tiempo, revisá el trabajo antes de entregarlo, leé la consigna por última vez y hojeá rápidamente lo escrito.
Una vez que entregaste, tratá de despejarte; ya hiciste todo lo que estaba a tu alcance para aprobar; ahora solo resta el veredicto del profesor.
Si aprobás, ¡buenísimo! Pero si no, tratá de pedir ver el examen (muchas universidades se quedan con los finales) de modo que puedas saber en qué te equivocaste y cómo mejorar la próxima vez.
Por: Luciana Taborda
Ahora, te contamos los secretos para rendir un buen final oral.